martes, 20 de abril de 2010

El Mercado

Dos veces por semana el mercado se llena de vida. Aparecen viejitos de todas las aldeas circundantes cargados de mercancías variadas para venderlos a buen precio y poder subsistir. Porque la pensión no llega. Y aparecen clientes de esas mismas aldeas a comprar bueno y barato, porque el paro aprieta.

En la parte exterior se encuentran los textiles (sábanas, toallas, ropa) y accesorios (sombreros, calzado, bisutería), básicamente el concepto de mercadillo de gitanos. Me hubiera gustado verlo antes de la invasión textil china. Me hubiera gustado comprar ropa portuguesa en un mercadillo. Aún así, hay cosas que se salvan (el puesto de los sombreros hechos a mano me fascina).

En el lateral de la zona exterior se instalan los vendedores ambulantes, sin puesto definido, que venden animales vivos (conejos, gallinas, corderos, patos) y una infinidad de verduras: coles, lombardas, grelos, acelgas, nabos, nabizas, y un sinfín de especies cuyos nombres desconozco en español y portugués. A dos duros, como quien dice. Al contrario que los vendedores de fruta, se ve que éstos han cultivado y recogido sus productos con sus manos. Se nota en las cajas desgastadas, en las cuerdas improvisadas, en los restos de tierra adheridos a los alimentos.

Por último, el interior del mercado. El Gran Bazar. Pescado fresco recién venido de las lonjas de Figueira, con decenas de especies de peces y cefalópodos. Embutidos caseros. Quesos de la sierra. Legumbres secas en sacos, en las que apetece meter la mano, como hacía Amélie Poulain. Frutas. Encurtidos. Y plantas, muchas plantas. Pies de calabacines, melones, sandías, pepinos, frutales. Pies de aromáticas: perejil, albahaca, cilantro, orégano. Y plantas de jardín: pensamientos, nomeolvides, verbenas, geranios, y tantas especies en bulbos, a un cuarto del precio de lo que se vende en los grandes centros de bricolaje y jardín.

Todo esto al lado de casa. Dos veces por semana. Me pregunto: Qué hago yo comprando en Continente, Jumbo, Dia e Intermarché? Me respondo: gastar gasolina en sus laberínticos aparcamientos, respirar el ambiente falsificado del centro comercial, consumir y desechar plásticos y envases compulsivamente, para comprar comida conservada en cámaras frigoríficas, con color pero sin sabor, dar lucro a grandes cadenas comerciales. Por qué hacerlo cuando mis vecinos agricultores tienen que sobrevivir con 413 € de pensión mínima y me ofrecen comida fresca a buen precio y al lado de casa?

Está decidido. Hoy cenamos pescado fresco con verduritas. Me voy al mercado!

2 comentarios:

Su dijo...

Ena que bom!! Convenceste-me mesmo, tenho de começar a tirar os sábados de manhã para ir comprar os meus frescos ao mercado ou à loja de produtos biológicos!

O problema do mercado para mim é funcionar em "horário de trabalho"... :(

Marta dijo...

Pois, este abre por volta das 8h30, ainda dá antes de vir trabalhar. Mas tu talvez consigas no D. Pedro V à hora do almoço, embora numa hora não dá tempo para nada. E os cabazes biológicos? é outra alternativa para ti...

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