miércoles, 23 de junio de 2010

Relatos Insulares (II): Alturas y paisajes

Definición de isla: pedazo de tierra rodeado de agua por todas las partes.
Definición de Madeira: pedazo de tierra rodeado de agua por todas las partes, en el que los habitantes viven rodeados de montañas por todas las parte (y por agua en la costa).

Puesta de sol en Porto Moniz

La isla es tan pequeña (57 x 22 km) que en algunos puntos altos se puede ver el mar mirando al Norte y al Sur - curiosa experiencia!

Por ser una isla volcánica relativamente reciente (19 millones de años), no ha tenido tiempo para erosionarse. Esto hace que no tenga playas de arena fina y que el relieve de hoy en día sea el modelado por las lavas volcánicas. Así, los canales de agua surgen de las sierras en la parte ancha de un cono, y se va estrechando a medida que llega al mar, tal como las lavas se iban solidificando en los tiempos de su creación. Por otro lado, con el crecimiento demográfico, la gente se vio obligada a construir sus casitas en los minifundios (algunos microfundios!), en las inclinadísimas laderas de la costa (el interior es pura sierra). Podéis imaginar la mezcla explosiva de lluvias torrenciales escurriendo por riberas que se estrechan y las casas (a veces de pésima construcción) instaladas por todo lado. Las tragedias son recurrentes.

Vista de Funchal desde el Teleférico

Para conseguir repartir esta agua, los madeirenses crearon una red de canales o "levadas" que captan las precipitaciones horizontales (neblinas) de la zona alta y las lluvias orográficas de la zona norte y la trasladan a las tierras de cultivo. Esas levadas, que mantienen hoy en día su función original, se han convertido en una red de más de dos mil kilómetros de posibles paseos para el turista activo. Nos quedamos maravillados con la perfección y extensión de los canales, imaginando las condiciones terribles en que los habitantes de la isla, paupérrimos pescadores, se dirigían a las húmedas alturas en mulas, cargaditos de pico y pala, para excavar las laderas de lava cubiertas por una vegetación densa y exuberante. Algo surrealista.

Levada da Ribeira da Janela

Como también resulta de otro mundo la visión de las laderas y los acantilados cultivados. La tierra es escasa, y hay que aprovechar cada espacito para crear un bancal que permita plantar unas vides y unas hileras de maíz.

Pico do Galo, en la Serra d´Água

Tal es la belleza y el dramatismo del paisaje, que a mi parecer, las huertitas instaladas en los alucinantes escarpes deberían ser patrimonio protegido, como muestra del ingenio del Hombre y su sorprendente
e inagotable capacidad de adaptarse a casi cualquier medio.

En rojo, algunos huertitos en el acantilado del Cabo Girão (clicar para aumentar)

Las antiguas carreteras que bordeaban la isla y sus peñascos - antes de la faraónica construcción de 140 túneles que perforan muchas de las montañas - eran auténticas maniobras de ingeniería. Muchos coches acababan en el mar o en el fondo de los valles.

Vistas desde el mirador del Curral das Freiras

La orografía de un lugar condiciona totalmente la vida de sus habitantes, y Madeira es prueba de ello. Hasta pocas décadas la comunicación entre aldeas era realizada esclusivamente por mar. Las montañas eran lugares inhóspitos e inalcanzables donde no había nada de interés - la lejanía del archipiélago impidió la colonización de grandes herbívoros o mamíferos.

Afortunadamente el desarrollo de la segunda mitad del siglo XX
también ha llegado a la isla. Hoy en día los madeirenses viven mejor, en parte por las producciones de plátano y vino, pero también debido al estatuto de autonomía de la isla, destino de gigantescos subsidios del estado portugués y de Europa.

Las montañas siguen ahí, escarpadas y terribles, y, aunque los tiempos han deshecho mucho de su misterio, el poder viajar en coche por carreteras asfaltadas y pasear por las levadas sin grandes desniveles nos permite apreciar la belleza de una isla que durante siglos fue una auténtica incógnita, en la que sólo se veían árboles y madera (madeira).




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