Cuando el avión aterriza se ve una isla pequeña, de paisajes abruptos y un verde tropical. Funchal, la capital (que traducido al castellano significa "hinojal), es una ciudad arreglada, limpia, con detalles cuidados y un paseo marítimo agradable. Miras de un lado, ves el mar, te das la vuelta y ves un sinfín de casas que ascienden por las laderas imposibles que llevan a los picos de las sierras. Pero donde quiera que mires hay siempre un jardincito público, unos tiestos en las ventanas, y terrazas llenas de flores de mil colores. Diría que si hay que definir Madeira se podría definir como la isla de las flores.
Dada nuestra formación forestal y debilidad por el mundo vegetal, ésta ha sido una experiencia botánica, un viaje a conocer plantas autóctonas de la isla, además de las cultivadas y asilvestradas.
Llama la atención la mezcla de bananeras, vides y hortícolas en las muchas veces minúsculas terrazas de las inclinadísimas laderas, con especies tropicales, otras típicas del clima eurosiberiano y algunas hierbas y arbustos que se pueden encontrar en las dehesas ibéricas. Como veis, un pout-pourri botánico en una tierra en la que todo crece, gracias a las cenizas volcánicas y al esfuerzo del hombre para que no se pierda el sustrato.
La gracia está, a mi parecer, en que, a pesar de que todo crece en cualquier rincón - porque el clima lo permite, la gente se esmera en tener jardincitos cuidados, por fea o pobre que sea la vivienda, por pequeño que sea el patio. Tiestos, enredaderas y arbustos que tapan las vergüenzas de los muros desconchados.
Y un jardín botánico, y los jardines de los antiguos aristócratas en sus "quintas", y un jardín botánico tropical, y el jardín de las orquídeas y decenas de jardines públicos y los jardincitos en los patios de los restaurantes...
Llama la atención la mezcla de bananeras, vides y hortícolas en las muchas veces minúsculas terrazas de las inclinadísimas laderas, con especies tropicales, otras típicas del clima eurosiberiano y algunas hierbas y arbustos que se pueden encontrar en las dehesas ibéricas. Como veis, un pout-pourri botánico en una tierra en la que todo crece, gracias a las cenizas volcánicas y al esfuerzo del hombre para que no se pierda el sustrato.
La gracia está, a mi parecer, en que, a pesar de que todo crece en cualquier rincón - porque el clima lo permite, la gente se esmera en tener jardincitos cuidados, por fea o pobre que sea la vivienda, por pequeño que sea el patio. Tiestos, enredaderas y arbustos que tapan las vergüenzas de los muros desconchados.
Y un jardín botánico, y los jardines de los antiguos aristócratas en sus "quintas", y un jardín botánico tropical, y el jardín de las orquídeas y decenas de jardines públicos y los jardincitos en los patios de los restaurantes...
0 comentarios:
Publicar un comentario